Había una vez una mujer bella y buena a la que todos querían.
Todos, menos una malvada bruja, que, llena de envidia, le echó un hechizo convirtiéndola en amapola.
Sin embargo, el hechizo no era lo suficientemente poderoso, y cuando se ponía el sol, la infeliz víctima dejaba de ser flor y volvía a convertirse en persona. Así, todas las noches, la joven regresaba a su casa, donde su marido la esperaba impacientemente.
Una noche le dijo a su marido:
-¡Tienes que salvarme, ya no puedo seguir así!
-Pero ¿qué puedo hacer yo?
-Si consigues cortarme, se romperá el hechizo.
El marido se lo prometió, y a la mañana siguiente se dirigió al campo, pero se encontró con que había millares de amapolas.
-¿Cómo sabré cuál es mi amada esposa? -se lamentó.
De pronto encontró la solución.
-¡Será la única que no tenga rocío en sus pétalos, pues ella ha pasado la noche junto a mí! -gritó feliz.
Y efectivamente, encontró la flor que buscaba, la cortó y su esposa volvió a transfromarse para siempre en la bella mujer que había sido.
Y Colorín Colorado...
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