Y entonces apareció entre los árboles, al fondo del jardín, una criatura muy extraña. Pero como Alicia tenía muchísimos libros de cuentos hadas y libros muy bien ilustrados, no tardó ni un minuto en saber qué era.
-¡Es un dragón! -exclamó-. ¡Mira, Carlota, un dragón de verdad!
No se asustó, porque se veía de lejos que el dragón no era fiero. No era muy grande y estaba trastornado, porque unos grandes lagrimones le bajaban por las mejillas.
-¡Pobre de mí!- gemía-. ¡Pobre de mí, pobre de mí!
-¡No te preocupes! -dijo Alicia, sacando su pañuelo y ofreciéndoselo al dragón para que pudiera secarse las lágrimas.
-Gracias -dijo el dragón y dejó de llorar.
-Ahora, cuéntame qué te pasa -le rogó la niña.
-Que no parezco un dragón -dijo el animal con los labios temblorosos-. Se supone que los dragones son feroces y siempre andan peleando. Yo no quiero pelear y no me gusta rugir. Los demás dragones se burlan de mí. -Emitió un simpático rugido -. Ya lo ves. Esto es todo lo que puedo hacer. No suena muy feroz, ¿verdad?
-No, la verdad, no mucho.
Después de decir esto, Alicia reflexionó unos instantes.
-Mira -propuso, ven a mi casa y te presentaré a mis amigos. Esto te animará. -Y lo hizo entrar en su casa.
-¡Válgame Dios! ¿Qué es esto! -dijo su mamá.
-Es un pobre dragón que está triste -explicó Alicia-, y quiero presentarle a mis amiguitos para que se alegre un poco.
-Allí están -dijo.
Y allí, sentados por toda la habitación estaban todos sus juguetes: los dos ositos, el marinero y el espantapájaros, el bebé y el búho sabio.
-¡Mirad! -les dijo Alicia-. Éste es mi amigo el dragón y está triste porque no es fiero.
-¡Gracias a Dios! -exclamó el muñeco vestido de marinero.
-A mí me parece un dragón muy simpático -comentó el espantapájaros.
El búho normalmente no hablaba demasiado porque dormía todo el día y sólo por la noche se despertaba. Pero mira por dónde, resulta que ahora estaba completamente despierto.
-Y ¿puede saberse para qué quieres ser fiero? -preguntó.
-Porque todos los demás lo son -dijo el dragón con un gran suspiro.
-Pues yo pienso... -dijo el búho, y todos prestaron atención a lo que iba a decir- pienso que podrías ser el único dragón amable de todo el país.
-Sí, claro, no es mala idea... -meditó el dragón.
-Tú sabes que todo el mundo cree que los dragones son feroces. Se llevarán una gran sorpresa si tropezaran con uno que fuera amable y simpático y ayudara a la gente.
-¡Qué buena idea! -comentó el dragón-. ¡Voy a empezar enseguida!
-¡Viva! -gritaron todos y agitaron sus manos diciéndole adiós.
Cuando llegó a la puerta, antes de salir, volvió la cabeza y emitió un gentil gruñido.
Muchos años después, corría la noticia de que un dragón muy grande habia sido visto en la ciudad. La gente rápidamente corrió a sus casas a cerrar las puertas y echar los cerrojos, pero, con gran asombro, pudieron darse cuenta de que el dragón resultaba ser muy pacífico.
Los días que no hacia viento, ayudaba soplando, para que se secara la ropa tendida. Se quedaba quieto durante horas y horas para que pudieran dibujarle. Y muchas veces se le oía tararear una alegre cancioncilla.
Alicia escuchaba lo que se decía y sonreía para sus adentros. Ella sabía muy bien que aquel dragón era el suyo.
Es un cuento de Mabel Lucie Attwell. Las ilustraciones son de la misma autora.
Mui lindo el cuento =) me gustomuxo gracias por subierlo!
ResponderEliminarUn placer y me alegro de que te haya gustado. Un saludo :)
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