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domingo, 12 de abril de 2020

El poema del sapo verde



Ese sapo verde 
se esconde y se pierde;
así no lo besa 
ninguna princesa.

Porque con un beso
él se hará princeso 
o príncipe guapo; 
¡y quiere ser sapo!

No quiere reinado, 
ni trono dorado, 
ni enorme castillo, 
ni manto amarillo.

Tampoco lacayos 
ni tres mil vasallos. 
Quiere ver la luna 
desde la laguna. 

Una madrugada 
lo encantó alguna hada; 
y así se ha quedado: 
sapo y encantado.

Disfruta de todo: 
se mete en el lodo 
saltándose, solo, 
todo el protocolo.

Y le importa un pito 
si no está bonito 
cazar un insecto; 
¡que nadie es perfecto!

¿Su regio dosel? 
No se acuerda de él. 
¿Su sábana roja? 
Prefiere una hoja.

¿Su yelmo y su escudo? 
Le gusta ir desnudo. 
¿La princesa Eliana? 
Él ama a una rana.

A una rana verde 
que salta y se pierde 
y mira la luna 
desde la laguna.

Autora: Carmen Gil

viernes, 23 de diciembre de 2011

El camello de Melchor







El camello de Melchor
mete la pata y se emboba,
porque anda enfermo de amor,
¡y le tiembla la joroba!

Se enamoró sin remedio
de una camella en la duna,
hace ya más de año y medio,
y ahora está siempre en la luna.

 Desde el hocico a la cola,
le corren escalofríos.
No da el pobre pie con bola
y causa mil extravíos.

Al repartir los juguetes,
suspira el camello tanto
que confunde los paquetes
y forma un lío de espanto.

¡Qué soberana tragedia!
Agobiados, sus altezas
les dan cien vueltas y media
a sus reales cabezas.

 Melchor cavila y razona
por el pasillo adelante.
Le arde a Gaspar la corona,
y a Baltasar, el turbante.

 ¡Tanto pensar da mareo…!
Hasta que por la mañana
Papá Noel, en trineo,
se cuela por la ventana.

Viene a echarles una mano
con sus seis renos glotones;
que, como aún es temprano,
se zampan seis polvorones.

Unidos en Navidad,
con un solo corazón,
transportan felicidad
al más lejano rincón.

 Lo pasan de rechupete
viajando hasta el quinto pino,
y no dejan ni un juguete
sin llevar a su destino.

 Mientras, camello y camella
se arrullan y se dan besos.
Está él chalado por ella;
y ella, loca por sus huesos.

Poesía de Carmen Gil Martínez 

domingo, 7 de agosto de 2011

Ser hada madrina

hada madrina Para educar no hay varita mágica


Trabajar de hada madrina

es, sin duda, una tarea

la mar de dura y cansina

que a cualquier hada marea.


Si te toca un pez dorado

que está aprendiendo a nadar,

es un rollo lo mojado

y lo frío que está el mar.


Si un murciélago cegato,

no puedes perder puntada;

pues se pasa todo el rato

de tropezón en trompada.


Lo peor es si una moza

polvorienta y desastrada

quiere ir al baile en carroza

la mar de emperejilada.


Hay que buscar, ¡qué trajín!,

ratones y calabazas

por el huerto y el jardín,

por salones y terrazas.


A un meneo de varita,

pronunciar un trabalenguas

para ponerla bonita

sin que se líe la lengua.


Y es que un hada vive a cien

esforzándose un montón,

porque esto de hacer el bien

exige dedicación.


Se pasa frío y calor

y te da mil sofocones;

¿pero hay oficio mejor

que alegrar los corazones?

Carmen Gil Martínez

(El hada Roberta, Editorial Bambú, nuevo sello de Casals)

La caracola (Unos animales muy originales)




La caracola,

de carambola,

caracolea

con la marea.


De una cabriola

sube a una ola.

Baja deprisa,

le da la risa.


La caracola,

de carambola,

llega a la arena

para la cena.

Carmen Gil Martínez
Editorial CEDMA

El desordenador






Anda el ordenador

subido de color

y algo desordenado

desde el martes pasado.


Navega en un mensaje

sin pasaje ni viaje.

Vaga etéreo y errático

por el mar informático.


Una computadora

cubana lo enamora,

atravesando el charco

sin avión y sin barco.


Lo conquista despacio

por el ciberespacio.

Al cabo le da coba,

entre arrobo y arroba..


Con un abracadabra,

de palabra en palabra,

lo vuelve del revés:

la cabeza en los pies.


Padece hipertensión,

se le mueve el ratón,

se le abre una carpeta,

se vuelve majareta...


Archiva corazones

por todos los rincones.

Imprime sólo flores

de todos los colores.


Y vive enamorado,

día y noche colgado

del hilo telefónico,

en su cielo electrónico.



Poema de Carmen Gil Martinez

(Versos de colores, Editorial Hiperión)

Nota: quiero agradecer a Carmen el concederme poder subir estas maravillas. Un abrazo y gracias por ser como eres.
María Jesús Leza



domingo, 10 de julio de 2011

El sapo verde



Ese sapo verde
se esconde y se pierde;
así no lo besa
ninguna princesa.

Porque con un beso
él se hará princeso
o príncipe guapo;
¡y quiere ser sapo!

No quiere reinado,
ni trono dorado,
ni enorme castillo,
ni manto amarillo.

Tampoco lacayos
ni tres mil vasallos.
Quiere ver la luna
desde la laguna.

Una madrugada
lo encantó alguna hada;
y así se ha quedado:
sapo y encantado.

Disfruta de todo:
se mete en el lodo
saltándose, solo,
todo el protocolo.

Y le importa un pito
si no está bonito
cazar un insecto;
¡que nadie es perfecto!

¿Su regio dosel?
No se acuerda de él.
¿Su sábana roja?
Prefiere una hoja.

¿Su yelmo y su escudo?
Le gusta ir desnudo.
¿La princesa Eliana?
Él ama a una rana.

A una rana verde
que salta y se pierde
y mira la luna
desde la laguna.

Poesía de ¡Cuánto cuento!, de Carmen Gil, editorial Algar

Besos





Hay besos de caramelo,

dulces como una sonrisa.

Están los besos con prisa,

que hay que cogerlos al vuelo.


Los besos de mariposa

rozándote las mejillas

¡pueden hacerte cosquillas!

y son de color de rosa.


El beso con achuchón,

tan calentito y tan tierno

como una manta en invierno,

¡es un beso de algodón!


¿Y qué tal el beso alado

que te pilla de sorpresa,

y, además, el que te besa

puede estar en cualquier lado?


También está el de tornillo,

beso que mágicamente

despertó a Bella Durmiente

e hizo temblar el castillo.


O los besos con caricia,

que llegan en ventolera

y huelen a primavera

como una buena noticia.


Fantástico el beso-guiño.

Es chisposo y titilante

como una estrella brillante

con mil vatios de cariño.


Carmen Gil Martinez



sábado, 14 de mayo de 2011

El consejo de Facundo






Una noche en la laguna,
un mono, sobre la una,
fue a refrescarse una pata
y encontró un pastel de nata.

"Voy a comérmelo entero,
para eso lo vi el primero",
dijo el mono en un arbusto,
relamiéndose de gusto.

Y bajo la luna llena,
agitando su melena,
dijo airado el rey León,
enfadándose un montón:

"¡Ay!, de eso nada, monada,.
Esta tarta merengada
es mía según la ley;
¿no ves que yo soy el rey?"

La hipopótama Frasquilla
le gritó desde la orilla:
"Aunque tú seas monarca,
yo soy reina de esta charca

El pastel me pertenece.
Cariño, ¿no te parece?"
Y un hipopótamo enorme
le contestó: "Estoy conforme".

Llegó en ese mismo instante
Casimiro el elefante.
"¿Tendrá dentro trufa o moca?
Se me hace agua la boca.

Seguro que está de muerte,
y como soy el más fuerte
y todos me tienen miedo,
yo esta tarta me la quedo."

A rabazos, a zarpazos,
cabezazos y trompazos,
quisieron, con fuerza bruta,
acabar con la disputa.

Facundo el rinoceronte
bajó trotando del monte
a poner fin de una vez
a tamaña insensatez.

"¿Os parece bien, ceporros,
arreglar esto a mamporros?
Ser salvajes y violentos
sólo causa sufrimientos.

¡Vaya cuatro majaderos!
Estáis que da pena veros:
despeinados, magullados
y con los ojos morados."

Y mientras tanto el pastel
se lo llevó el sol con él:
la luz del amanecer
lo hizo desaparecer.

Y los cuatro, hechos un lío,
vieron el lago vacío:
el pastel tan deseado
no estaba por ningún lado.

"No tengáis pena ninguna
que volverá con la luna.
Poned todos atención,
¡ya tengo la solución!:

Repartid -dijo Facundo-,
que habrá para todo el mundo.
Pues compartiendo, además,
se disfruta mucho más.

Con gran fiesta y alborozo
comen cada noche un trozo.
El pastel tan singular
dura medio mes lunar.

Pero ya no sienten pena,
pues cuando haya luna llena
en la laguna de plata,
habrá otro pastel de nata.


Autora: Carmen Gil

LA PRIMAVERA






La primavera
reparte flores,
por la ladera,
de mil colores.

Los gorriones
con sus polluelos

pían canciones
mirando al cielo.

Baila la abeja
de flor en flor.
Busca pareja
el ruiseñor.


La mariposa
revolotea
de lila en rosa
¡y se marea!

La lluvia pasa
y luce el sol.
Sale de casa
el caracol.

El moscardón
zumba que zumba
tiene al ratón
medio tarumba.

¡Menuda orquesta!
Así cualquiera.
baila en la fiesta
de primavera

(Canción incluida en el CD de la maleta del profesor del proyecto Trampolín, de SM)
Carmen Gil Martínez




domingo, 8 de mayo de 2011

Mozart para niños







Esta es la historia de un genio

que en el pasado milenio

hacía brillar el sol

con su do re mi fa sol.


Fue Mozart un bebé tierno

que llegó al mundo en invierno

y cuenta quien allí estaba

que en vez de llorar, cantaba.


Mientras los niños de al lado

jugaban a ser soldados

con espadas diminutas,

él movía la batuta.


Con seis años, el pispajo,

iba ya de arriba abajo

tocando, ¡vaya trajín!,

el piano y el violín.


El éxito era rotundo:

¡le aplaudía todo el mundo!

y dejaba boquiabierto

al que oía su concierto.


Era Amadeus menudo,

muy gracioso y narigudo,

aprendía muy deprisa

¡y todo le daba risa!


Nannerl llamaba bufón

al niño alegre y burlón:

"Este hermanito me asombra:

¡se ríe hasta de su sombra!"


Como el niño concertista

era guasón y bromista,

tocaba con la nariz:

¡tocando era tan feliz...!


Además de muy simpático,

era un genial matemático,

un infante muy brillante

con memoria de elefante.


Cumplidos los ocho años,

aunque nos parezca extraño,

Mozart compuso un buen día

su primera sinfonía.


Dentro de su cocorota

bailaban cientos de notas

y formaban todas ellas

las melodías más bellas.


Ya daba la serenata

con sus óperas, sonatas,

sinfonías y cuartetos:

¡era un artista completo!


Después de muchas andanzas

se enamoró de Constanza.

Juntos pasaron la vida,

pobre, pero divertida.


Amadeus con maestría

componía noche y día,

una música excelente

que fascinaba a la gente.


Su existencia musical

tuvo un oscuro final,

pues murió de modo extraño

con solo treinta y seis años..


Aunque Mozart, a su modo,

no se fue nunca del todo:

está aquí y todo lo llena

cuando su música suena.


Su música, ¡qué delicia!,

mima, envuelve y acaricia,

se cuela directa al centro

y hace cosquillas por dentro.

(Carmen Gil)

(De buena tinta, Lecturas 4º de Santillana)

Te pinto de timonel






A Rafael Alberti


Te pinto de timonel

en un barco de papel,

con tu melena de espuma,

navegando entre la bruma.


Bajamar,

¡qué solita voy a estar!


Angelito marinero,

¿me llevas en tu velero?

Sube y baja, baja y sube

una nube y otra nube.


Gaditana,

¿quién te cantará mañana?


Planta un peral y un ciruelo

en tu mar azul del cielo

y recoge entre las olas

estrellas y caracolas.


¡A la una!,

cántame desde la luna.

Autora: Carmen Gil Martinez