jueves, 10 de marzo de 2022

Buen niño

 


En la casa sólo viven Mauricio y su abuelita. Cuando la criada dice: -«Ya está la sopa en la mesa», Mauricio, que tiene cinco años, corre al cuarto de la abuelita y la ayuda a levantarse del sillón. La buena señora, apoyada en el niño, va hacia el comedor. Y durante la comida, Mauricio le acerca los manjares y la divierte refiriéndole cosas muy interesantes. Por la tarde, si la abuelita sale al jardín para tomar el fresco, Mauricio, después de ayudarla a sentarse en el banco, se retira precipitadamente hacia el fondo del patio. ¿Es que está ansioso por ir a jugar? No. Sigámosle con la vista, y veremos lo que hace. Miradlo: está cortando una azucena. Esa azucena es la más grande, la más blanca, la más linda. Y una vez que la tiene en su mano, corre con ella... ¿hacia dónde? Hacia allá, hacia la sombra de las parras, hacia el banco donde está sentada la abuelita. Se llega afanoso, contento, y alargando la flor a la señora, le dice sencillamente: -Abuelita querida, te traigo esta azucena... Y parece que esa flor es cosa más grande que un tesoro, porque la abuelita, que siempre está preocupada y triste, recibe la flor sonriendo, y después que la mira largamente, la coloca en su regazo, junto al libro de oraciones.

Una mariposa pasa volando, y el niño dice: -Yo quisiera dártela también. La abuelita hace en el aire un movimiento con la mano, como si fuera a cazar la mariposa, y exclama: -Ya la tengo aquí...

-¿De veras? -dice el niño. -¡De veras! -responde la abuelita. Entonces Mauricio, contento porque la abuelita tiene una mariposa y una azucena, pone su cabeza en el regazo de la señora, y queda allí en reposo, como un pajarito acurrucado. -¡Buen niño! -dice don Julio, el viejo amigo de la casa, entrando en el jardín. Y Mauricio, al oír esa exclamación, siente que un hermoso orgullo palpita dentro de su pecho.


  No hay orgullo más noble que el de ser bueno.

Del libro Rosas de la Infancia de María Enriqueta Camarillo

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