viernes, 11 de marzo de 2022

El amor siempre vence

 


En la China imperial reinaba un emperador que estaba desesperado porque su única hija, llamada Turandot, era fría, caprichosa, despiadada… y encima no quería casarse. El emperador, harto de esta situación, le dio un ultimátum:

– «O te casas o te echo del palacio sin contemplaciones».

La princesa aceptó, pero puso una condición: los pretendientes se someterían a una prueba, y si no la superaban, ella misma les cortaría la cabeza. Al cabo de los días, las cabezas de los pretendientes se amontonaban en el palacio, y la princesa ardía de satisfacción.

Pero se presentó un apuesto guerrero para afrontar el reto. La princesa le propuso un acertijo:

– «Lo mata todo, pero el agua lo mata»…

– «¡El fuego!», contestó el joven.

La princesa propuso una segunda adivinanza:

–  «Soy duro como una roca, pero la gente me bebe»…samurai

El joven contestó:

– «¡El hielo!».

Y llegó el momento del último acertijo:

–  «Es un hielo que te da fuego, y cuanto más fuego te da, más hielo se vuelve»…

El joven pensaba sin encontrar respuesta, pero al ver a la fría princesa sintió tal ardor en su corazón que…

– «Turandot!», exclamó plenamente seguro.

Y la princesa no tuvo más remedio que caer rendida a sus brazos.


La mayoría de nuestros deseos los conseguimos con la sabiduría del corazón y no con la necedad de la violencia.


(Cuento tradicional chino)

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