domingo, 12 de febrero de 2012

Chamaquili y los potajes de tía María



La tía María
hace unos potajes
que quien se los come
se pone muy grande.
Potajes de acelga
con trozos de carne,
o con habas secas,
o con muslos de ave.
Potajes que huelen
a “tía, qué hambre”,
Potajes que llenan
de dientes el aire.

La tía María
hace unos potajes
con unos sabores
que no iguala nadie.

En mi casa, a veces,
lo intenta mi padre.
Mi madre se fija
pero no le sale.

Un día le dije,
babeado de hambre:
Tía María, tía María,
¿qué le echas a tus potajes?
Y me respondió risueña:
100 gramos de amor de madre,
70 gramos de tía vieja,
60 gramos de abuela tarde,
50 gramos de besos
esparcidos en el aire,
una pizca de cariño
y una cuchará gigante
de “esto es para Chamaquili,
para que se ponga grande”.
Después, agua, granos, papas,
sal, especias y la carne.
Lo pongo todo en la hornilla
hasta que el fuego lo ablande.
Y al servirlo, la sonrisa,
la sonrisa es el remate.

La tía María
hace uno potajes
que quien se los come
se pone muy grande.

La tía María
hace unos potajes
con unos sabores
que no iguala nadie.


Alexis Diaz-Pimienta

miércoles, 8 de febrero de 2012

Si volar pudieras...




Si volar pudieras
vuela bajo
para rozar las flores
y aspirar su aroma.
Vístete de blanco
con la flor de los almendros,
sacia tu sed
con las lágrimas del alba.
Emprende vuelo largo
y calmado,
dulcifica lo amargo
y saborea lo dulce.
Seduce a la noche
con cantos exóticos,
amilana a las sombras
con destellos de alas.
Si volar pudieras,
vuela alto,
para codearte
con altivas estrellas,
y conversar con la luna.
Si volar pudieras...
Sueña... sueña...
Poema de María J. Leza

viernes, 3 de febrero de 2012

La piedra de la gratitud




LEE BROWER
ASESOR Y ESPECIALISTA EN RIQUEZA, ESCRITOR Y MAESTRO

Creo que todas las personas atraviesan momentos en los que dicen: «Las cosas no van bien» o «Las cosas van mal». Una vez, cuando estaban pasando algunas cosas en mi familia, encontré una piedra, me senté, la tomé en mi mano y dije: «Cada vez que toque esta piedra voy a pensar en algo por lo que pueda dar gracias».

Cada mañana cuando me levanto, lo cojo del vestidor, me la pongo en el bolsillo y paso revista a todas las cosas por las que estoy agradecido. Por la noche, ¿qué es lo que hago? Vacío el bolsillo y allí está de nuevo. He tenido algunas experiencias sorprendentes con esta idea.

Un surafricano me vio sacar la piedra del bolsillo. Me preguntó: «¿Qué es esto?» Se lo expliqué y empezó a llamarla la piedra de la gratitud. Al cabo de dos semanas recibí un e-mail suyo desde Sudáfrica, donde me decía: «Mi hijo se está muriendo debido a una rara enfermedad. Se trata de un tipo de hepatitis. ¿Podrías enviarme tres piedras de gratitud?» Las anteriores eran piedras normales que había encontrado por ahí, y le respondí: «Por supuesto».
Pero esta vez tenía que asegurarme de que fueran muy especiales, así que me fui a un río, escogí tres piedras adecuadas y se las envié.

Cuatro o cinco meses más tarde volví a recibir un e-mail, diciéndome: «Mi hijo está mejor, está de maravilla. Pero has de saber una cosa. Hemos vendido casi un millar de piedras de la gratitud a diez dólares cada una y hemos dedicado todo ese dinero a obras benéficas. Muchas gracias».

Es muy impresionante tener una «actitud de gratitud».

de el libro El Secreto de Rhonda Byrne