Al moscardón y a la mariposa les apetecía jugar y están discutiendo sobre el juego más conveniente.
-Propongo que juguemos al escondite -dice la mariposa que, por cierto, es colorada.
-¿Al escondite? ¡Ja, ja, ja! -contesta el moscardón, entre grandes carcajadas-. Pero mujer, con las alas tan grandes que tienes te encontraría en cualquier sitio en que te escondieras!-
-¿Ah, sí? Eso tendrás que demostrarlo, amiguito- afirma ella, desafiante.
Se inicia el juego. Primero le toca esconderse al moscardón, y lo hace detrás de un matorral. Es tan marcado el zumbido de sus alas que la mariposa le encuentra con facilidad.
Ahora le toca el turno de esconderse a la mariposa. Ésta se refugia entre los pétalos de una flor de su mismo color y se enmascara perfectamente. Parece una parte inseparable de la misma.
El pobre moscardón busca y busca durante horas. Al fin, grita en voz alta:
-¡Bueno, vale, me rindo! ¡Ya puedes salir de tu escondite!
Moraleja: Las apariencias pueden engañarnos y los colores sirven para ocultarse tanto como para ser delatado. Todo depende del uso que le demos.
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