La introducción del cristianismo en Euskal Herria se produce de forma lenta y dificultosa, en el espacio de tiempo comprendido entre los siglos I y VIII. No obstante, todavia en el siglo IX, a diversos núcleos, especialmente los cercanos al litoral oceánico, no ha llegado el símbolo de la cruz. El fenómeno religioso aparece en la vasconia romana vía Tolosa, capital de Aquitania, donde San Saturnino convierte a Honesto, quien por su parte traería aquella doctrina, por vez primera, a Iruñea -Pamplona-, conocida por aquel entonces como la Pompeiópolis de los romanos. Ahí, tradicionalmente, se dijo que empezó todo.
En la Iruña de aquellos días vivía el joven senador Firmio, quien habiendo abrazado la nueva doctrina, no sólo se hizo sacerdote, sino que llegó a ser el primer obispo de Pamplona. Ello acontecía en las postrimerías del siglo I. Tras su muerte en el martirio, alcanzaría la santidad, siendo conocido como San Fermín, patrón de la capital de Navarra hasta nuestros días.
(En la foto, sepulcros pre-románicos en la cueva de las Gobeas, Laño -Álava-)
Claro está que todo esto no puede probarse desde un punto de vista histórico, ya que otros estudios sitúan la venida de San Saturnino a tierra vasca en el siglo III. Lo cierto es que, a pesar de este vacío de datos cronológicos exactos, tenemos que Pamplona era ya importante foco de la cristiandad en los comienzos de la andadura de esta nueva fe. Y que irradiándola desde aquí, el ideal cristiano tomaba cuerpo en tierras de Rioja, Burgos y Sur de Álava.
Prueba de ello son las numerosas cuevas, todavía hoy existentes en las zonas mencionadas, conocidas popularmente como "cuevas basilicatas". Se trata de grutas que fueron naturales, pero que en su día se adaptaron artificialmente en su interior viviendas eremitas, templos cristianos destinados al culto e incluso necrópolis. Aunque desde un punto de vista histórico más moderno, las cuevas basilicatas parecen datar de épocas posteriores, tal vez siglos VII y VIII, si bien muchas de ellas debieron de ser empleadas con la finalidad para la que se crearon, todavía en el siglo IX.
Muchas leyendas debió dar el Camino de Santiago, de las cuales han perdurado, desgraciadamente, al menos a su paso por tierra vasca, muy pocas de ellas. La más importante, sin embargo, con diversas variantes, se localiza en tierras riojanas, en Santo Domingo de la Calzada, para ser exactos.
Dice la leyenda, en esencia, que trasladándose en peregrinación hacia Compostela, dos esposos galos y su hijo, un adolescente, se hospedaron una noche en una fonda de Santo Domingo de la Calzada. Que habiendo intentado seducir la posadera al muchacho, éste no se dejó convencer y la rechazó. Y que la posadera, para vengarse del joven peregrino, escondió un objeto valioso en su equipaje.
Al día siguiente, al reemprender el viaje, el muchacho sería detenido, al serle encontrado el objeto puesto por la posadera, y qu ésta, en su venganza, había denunciado como robado. El joven es ahorcado y sus padres han de continuar solos la peregrinación.
Mas de regreso de Santiago, el matrimonio vuelve a pasar por Santo Domingo y se encuentra con que su hijo sigue vivo, aunque colgando del patíbulo todavía. De inmediato dan cuenta del prodigio al juez quien, incrédulo, cuando está a punto de comerse un gallo asado, dice que eso es
tan imposible como que el gallo cantase. Milagrosamente, el gallo no sólo cantó, sino que recobrando la vida, correteó ante los ojos de todos los presentes. El muchacho fue descolgado y ante la fe que parecía derrochar, la posadera al fin confesó su delito.
Prodigio de semejante magnitud, atribuido al mismo Santiago, se observa en otra leyenda que nos remonta al siglo XI. Se dice que treinta caballeros de Lorena, dispuestos a iniciar la peregrinación hasta la tumba del Apóstol, prometieron solemnemente ayudarse unos a otros a lo largo del viaje, y no abandonarse bajo ninguna circunstancia. Tan sólo uno de ellos se abstuvo de prometer nada.
Sucedió que, tras haber llegado hasta Gascuña sin incidencias, uno de los peregrinos cayó gravemente enfermo. Recordando entonces la promesa, cargaron como pudieron con áquel, lo cual les retrasó diez días el viaje hasta el puerto de Cisa. Discutirían allí el asunto y resolverían abandonarlo al fin, cosa que hicieron, pues de lo contrario ninguno de ellos lograría, ni por asomo, llegar a Galicia.
(Imagen de Santiago, en la Parroquia de Puentelarreina -Navarra-)
Solamente aquel peregrino que nada prometió se quedó con el enfermo, cargándoselo a cuestas. Así logró llegar, una madrugada, hasta lo alto del Pirineo, una vez dejado atrás San Miguel el Viejo, en Baja Navarra. Pero esa noche moriría el peregrino, sintiendo su caritativo compañero que a él mismo parecían abandonarle las fuerzas. Dicen que entonces se le apareció el Ápostol Santiago, y que montando en su caballo al vivo y al muerto, emprendieron tan loca carrera que al alba estaban ya en los montes del Gozo, a menos de una milla de la catedral compostelana.
Información obtenida de Nosotros los Vascos
es muy bonito
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