De los ojos de un niño despegan los aviones.
Si cerrase los ojos caerían.
Sólo su asombro los mantiene en vilo
su manita los alza
su corazón los mueve y los aleja.
Sin un niño pegado a los cristales
a las altas barandas de una terraza adulta
morirían de horror los aeropuertos.
Un niño nunca podrá decir la palabra "aeronáutica"
pero de él dependerá la imitación del pájaro.
Un niño no sabrá calcular las distancias
pero es la garantía del retorno.
Cada aeropuerto debe tener un niño pegado a los cristales
junto a los altavoces, donde quiera que el miedo se agazape.
Gracias a él tardará menos lágrimas el regreso de todos
dolerá menos besos el adiós de las madres
las azafatas podrán prescindir de advertencias insulsas.
Un avión en el aire
son muchos niños mirando al horizonte.
Alexis Díaz Pimienta
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