domingo, 13 de febrero de 2011

La nubecilla

Había una vez una pequeña nube que estaba muy triste. Su gran deseo era poder regar la tierra, los árboles y las flores. Pero era casi tan pequeña como un pedazo de algodón.

-¡Aparta de nuestro camino, enana! -le gritaban las nubes grandotas-. ¿No ves que tenemos que ir a regar aquellos bosques?

Ninguna nube quería juntarse con ella porque era demasiado pequeña, así que la nubecilla prosiguió su camino solitario. Estaba tan triste que comenzó a llorar. Y su primera lágrima fue a caer justamente sobre una flor.

Aquella flor era una amapola. Y estaba tan sedienta que miró al cielo llena de gatitud y sonrió a la pequeña nube.

Esa sonrisa llenó de orgullo a la nubecilla. Y la hizo comprender que algún día sería tan grande como las otras nubes y estaría llena de agua para derramarla sobre sus amigas las flores y las plantas.

Y desde entonces fue muy feliz.

Y colorín colorado...


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