Era una brujita
tan boba, tan boba,
que no conseguía
manejar la escoba.
Todos le decían:
-Tienes que aprender
o no podrás nunca
sacar el carnet.
Ahora, bien lo sabes,
ya no hay quien circule,
por tierra o por aire,
sin un requisito
tan indispensable.
Si tú no lo tienes,
no podrás volar
pues ¡menudas multas
ibas a pagar!
¡Ea! no es difícil.
Todo es practicar.
-Bueno... dijo ella
con resignación.
Agarró la escoba,
se salió al balcón,
miró a todos lados
y arrancó el motor...
Pero era tan boba,
que, sin ton ni son,
de puro asustada,
dio un acelerón
y salió lanzada
contra un paredón.
Como no quería
darse un coscorrón,
frenó de repente...
y cayó en picado
dentro de una fuente:
se dio un remojón,
se hirió una rodilla,
sus largas narices
se hicieron papilla
y, como la escoba
salió hecha puré,
pues, la pobrecilla,
además de chata
se quedó de a pie.
Ya no intentó nunca
sacar el carnet.
Se quitó de bruja
y se puso a hacer
labores de aguja.
De cuentos tontos para niños listos de Ángela Figuera Aymerich
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