La tía María
hace unos potajes
que quien se los come
se pone muy grande.
Potajes de acelga
con trozos de carne,
o con habas secas,
o con muslos de ave.
Potajes que huelen
a “tía, qué hambre”,
Potajes que llenan
de dientes el aire.
La tía María
hace unos potajes
con unos sabores
que no iguala nadie.
En mi casa, a veces,
lo intenta mi padre.
Mi madre se fija
pero no le sale.
Un día le dije,
babeado de hambre:
Tía María, tía María,
¿qué le echas a tus potajes?
Y me respondió risueña:
100 gramos de amor de madre,
70 gramos de tía vieja,
60 gramos de abuela tarde,
50 gramos de besos
esparcidos en el aire,
una pizca de cariño
y una cuchará gigante
de “esto es para Chamaquili,
para que se ponga grande”.
Después, agua, granos, papas,
sal, especias y la carne.
Lo pongo todo en la hornilla
hasta que el fuego lo ablande.
Y al servirlo, la sonrisa,
la sonrisa es el remate.
La tía María
hace uno potajes
que quien se los come
se pone muy grande.
La tía María
hace unos potajes
con unos sabores
que no iguala nadie.
Alexis Diaz-Pimienta